Nació el 7 de abril de 1772 en Besançon (Francia) en el seno de una familia acomodada. En un principio, deseaba unirse a la Escuela de Ingeniería Militar, pero estaba restringida a hijos de la nobleza. Sin embargo, cuando su padre falleció en 1781, Fourier heredó una considerable fortuna que le permitió viajar por Europa y conocer el mundo que le rodeaba.
En 1791, se instaló en París para realizar distintos trabajos. La teoría del joven Charles era la de que lo mejor era “obtener conocimientos en todo lo que pudiese”, así que cambió repetidamente de empleo para experimentar más cosas.
Tanto es así, que entre 1791 y 1816 trabajó en París, Ruan, Lyon, Marsella y Burdeos. Su vida en estos años estuvo marcada por la impresión que le causaron las clases más desfavorecidas de la sociedad francesa, así que se puso como objetivo: “ayudar a la humanidad”.
Entró en contacto con gran cantidad de personas corrientes durante estos viajes y todos ellos fueron los que inspiraron sus teorías sobre el socialismo utópico.
A la par con sus viajes, Fourier inició una carrera como escritor. Siempre se mostró como un enemigo implacable del comercio, de la violencia y de la dictadura, pues no reconocía otra moral que la de las pasiones naturales del hombre.
Para él, había doce pasiones coordinadas por una decimotercera, que bautizó como “armonía”. La coordinación precisas de todas ellas podría servir como base de una sociedad justa y equitativa que erradicase todo tipo de diferencias sociales.
Las pasiones no eran negativas, sino una parte fundamental del ser humano con la que había que lidiar. En este aspecto, su mentalidad difiere de la de Karl Marx y del comunismo, una teoría que parte de una base justa del ser humano.
Fourier imaginó y trató de instaurar un nuevo orden político y social que respondiera a estas pasiones humanas. Para ello, en 1808 desarrolló el pilar de lo que se conocería como “socialismo utópico”, su gran obra: “Teoría de los cuatro movimientos”.
En esta teoría, el francés postulaba que para que el trabajo fuera atractivo, se habría de agrupar a los hombres en falansterios (comunidades), que venían a ser, al mismo tiempo, cooperativas de producción y de consumo.
A través de esta división, los beneficios se repartían entre el capital, el talento y el trabajo. Esta utopía social, cuya teoría más extensa expuso en “Nuevo mundo industrial y societario”, impulsó a Fourier a difundir su pensamiento en revistas en las que criticaba a los partidarios de Saint-Simon.
Finalmente, el 10 de octubre de 1837, falleció en París tras haber terminado de viajar por Francia. Su legado perduró durante todo el siglo XIX y llegó hasta el XX. Se creó un grupo de seguidores de sus teorías que pasaron a ser conocidos como “fourieristas” y que tuvieron un gran impacto dentro de la Revolución de 1848.
En 1967, le reconocieron como uno de los únicos que diferenció claramente entre la sociedad libre y la no libre, situándolo al lado de pensadores como Karl Marx o Friedrich Engels.